I BELIEVE IN NASHVILLE.
En Nashville hay una calle donde todo brilla y los turistas bailan line dance. Donde los Honky Tonk gigantes, las locas despedidas de soltera y las botas con descuento. Donde los puestos de perritos calientes no cierran de noche y las hamburgueserías abren al salir el sol. Donde jóvenes artistas esperan su gran oportunidad. Y a veces llega.
El museo de Johnny Cash, el Ryman Auditorium… la música suena en cada rincón de Broadway Street y alrededores, mientras un Batman con ventanas vigila desde el piso 33.
En el Bluebird Cafe, algo alejado del centro, las nuevas promesas y las viajes glorias se juntan cada día en el escenario y en sus paredes. Canciones de carretera, amor, desamor y ganado en un lugar mágico –y mítico- donde las discográficas hacen sus mejores fichajes.
Pero hay mucho Nashville más allá de la música (o además de). Barrios residenciales con locales de moda, grafitis de orgullo patrio, garajes que esconden casas de diseño, perros instagramers, marcas de ropa que parecen museos, pequeñas tiendas de instrumentos y cafeterías gourmet.
East Nashville, 12 South, Germantown… Allí las fiestas más modernas se hacen en asociaciones de veteranos, los tacos pican, las mazorcas con queso te hacen estornudar y los donuts tienen nombre de gorilas gigantes.
Hay un orgullo muy norteamericano en la ciudad de la música, reflejado en los murales que se reparten por toda ciudad.
«I believe in Nashville» es un mensaje de superación y de cambios (aunque no siempre bien recibidos).