MONUMENT VALLEY.
FAR FAR
WEST.
En algún punto entre Utah y Arizona. Donde cambia la hora. En la frontera… Donde todo es de color naranja. Donde la arena colorea las botas y sus huellas –solitarias- marcan el camino de vuelta.
Estamos en Monument Valley. Donde viven los Navajos, pero también cuatro gatos, dos perros y un burro salvaje que se come las plantas de Mark. No es tonto el asno… porque la casa de Mark (cuatro maderas bien puestas) tiene las mejores vistas, café caliente y tres tiendas de campaña para pasar la noche contando estrellas.
En Monument Valley se cuentan historias de indios y vaqueros, pero también de espías y lenguajes secretos. En el Valle de los Monumentos las alfombras valen millones, las piedras son más preciosas, la basura se quema y los coyotes se acercan a la hora de cenar.
Dentro del parque hay un elefante, un camello y tres hermanas que miran por encima del hombro. También hay un hombre a caballo que finge ser el chico Marlboro mientras los demás soñamos con películas de John Wayne.
La mayor parte del parque se puede visitar en coche,
en una ruta circular que atraviesa caminos de arena roja y escenarios de western.
Fuera, otras películas te
llevan -a la carrera- por
la US Route 163.