QUÉBEC. CON ACENTO FRANCÉS.

La carretera escénica 201 une Estados Unidos con Canadá -de Maine a Quebec- en un viaje en el tiempo a lo largo del río, entre árboles de hojas rojas, naranjas y amarillas. La frontera se pasa rápido y los plátanos no están prohibidos.

Visitar Quebec city es como pasear por cualquier ciudad europea, con su centro histórico, sus calles empedradas, catedrales y cafeterías vintage.

 

El desayuno es fuerte, calórico y sabroso (lo suficiente como para subir las numerosas cuestas y escaleras de la ciudad). Las camareras gruñen en francés y los callejones son sin salida. El Parlamento está abierto al público, las cárceles son centros culturales, las iglesias bibliotecas y los hoteles parecen castillos.

También hay calles diminutas donde los artistas pintan, un funicular para descansar y tiendas que venden sirope de arce congelado. La Poutine es el orgullo nacional y te salva de cualquier resaca.

No muy lejos hay una cascada gigante y un bosque donde viven los alces. Aunque se esconden muy bien.